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LA SANGRE DEL SACRIFICIO

LA SANGRE DEL SACRIFICIO
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” Apocalipsis 12; 11




Si cada uno de nosotros los cristianos, llegáramos a entender la importancia de la preciosa y poderosa sangre de Jesús, llevaríamos una vida victoriosa.

En la sangre hay vida.

Cuando Adán y Eva pecaron, y se dieron cuenta que estaban desnudos, quisieron cubrirse con hojas de higuera (Génesis 3; 7) pero no fue suficiente, por eso Dios les hizo túnica de pieles
(Génesis 3; 21). Para hacer las túnicas de pieles tuvo que ser derramada sangre.
“Porque la vida de la carne en la sangre está

LEVÍTICOS 4
4 Traerá el becerro a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová, y pondrá su mano sobre la cabeza del becerro, y lo degollará delante de Jehová.
5 Y el sacerdote ungido tomará de la sangre del becerro, y la traerá al tabernáculo de reunión;
6 y mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará de aquella sangre siete veces delante de Jehová, hacia el velo del santuario.
7 Y el sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el tabernáculo de reunión delante de Jehová; y echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión.


Cuando leemos en Levítico la importancia de la sangre, y que es vida, podemos entender porque el sacrificio de Caín no fue bien visto por Dios. Aunque Caín trabajó arduamente por sus frutos y vegetales, no era suficiente. Así nosotros, podemos trabajar mucho en la iglesia, podemos tener buenas obras, y hasta podemos asistir todos los días a un templo, pero sin sangre, no hay redención.

Los sacrificios bajo la ley eran variados de conformidad a los pensamientos predominantes en las mentes de las personas que los ofrecían y su condición ante Dios. Un holocausto, un sacrificio de paz, o un sacrificio por el pecado podían ser traídos, de conformidad a lo que los hombres querían ofrecer al Señor, para tener comunión con Él, o para confesar a Él sus pecados. Había un sacrificio especialmente destinado para el sacerdote ungido, otro para toda la congregación, otro para un rey, y todavía otro más para alguien del pueblo: en verdad todos los tipos de sacrificios apuntaban al único grandioso sacrificio, pero a la vez indicaban varias marcas y características del Cordero de Dios. Las víctimas iban desde un becerro pasando por un cordero hasta llegar a dos tórtolas o dos palominos.

La misericordia es que el sacrificio de nuestro Señor Jesús es más que suficiente para ti, e igualmente apropiado para mí, y para todos los que vienen va Él por fe. El rico, el pobre, el valiente, el tímido, el amigable, y el inmoral, todos encuentran en Jesús aquello que se ajusta al caso individual.

La sangre de Jesucristo, nos limpia de todo pecado, y así podemos acercarnos a Dios confiadamente. Cuando un creyente menciona la sangre del cordero de Dios, el infierno tiembla. Los demonios no soportan la sangre de Cristo. Con esa sangre ellos fueron vencidos en la cruz del calvario.


La sangre de Jesucristo da vida
Al decir que la sangre nos da vida, eso significa que aleja a la muerte.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Noten especialmente, con gran interés, que había sacrificios provistos para pecados por ignorancia bajo la ley: por lo tanto podemos concluir con seguridad que un pecado por ignorancia es un pecado. No hay esa intensidad de mal en un pecado por ignorancia como la que se ve en una trasgresión deliberada y premeditada; pero aun así hay pecado en él: pues ninguna ley puede tolerar que la ignorancia sea una excusa para la ofensa, puesto que el sujeto tiene el deber de conocer la ley. Aún si yo hago aquello que es malo con el deseo sincero de hacer lo correcto, aun así mi acto indebido tiene una medida de pecado en él. Ninguna cantidad de sinceridad puede convertir la injusticia en justicia, o transformar la falsedad en verdad.

Después que la sangre había sido vertida al sacrificar la ofrenda, y así se había hecho la expiación, tres actos diferentes se debían realizar por parte del sacerdote: los tenemos descritos asi.

“Y mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará de aquella sangre siete veces delante de Jehová, hacia el velo del santuario. Y el sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el tabernáculo de reunión delante de Jehová; y echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión.”

Todo esto es simbólico de la obra del Señor Jesús y de los múltiples efectos de Su sangre.
Había tres cosas: primero, “mojará el sacerdote su dedo en la sangre, y rociará de aquella sangre siete veces delante de Jehová, hacia el velo del santuario”: esto representa el sacrificio de expiación en su referencia a Dios.

A continuación, “el sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el tabernáculo de reunión delante de Jehová”: esto expresa la influencia de la sangre sobre el ofrecimiento de oración de intercesión.

En tercer lugar, leemos, “y echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto”: esto expresa la influencia de la sangre de Cristo en todo nuestro servicio para el Señor. ¡Oh, que tengamos el poder del Espíritu con nosotros para mostrar las cosas de Cristo!

el asunto prominente ante Dios es la sangre de la expiación. No se hace ninguna mención de la ofrenda vegetal, ni de la libación y ni siquiera del incienso aromático sobre el altar de oro; el único objeto conspicuo es la sangre. Esta era rociada delante
el Señor, hacia el velo del Lugar Santísimo.

La intención de Dios era despertar en el hombre un gran sentimiento de disgusto por el pecado, haciéndole ver que sólo podía ser quitado mediante el sacrificio y la muerte.

En el Tabernáculo en el desierto casi todo fue santificado mediante la sangre. Las gotas púrpuras cayeron sobre el libro y sobre todo el pueblo. La sangre debía verse por todos lados.
Tan pronto entrabas al atrio exterior podías ver el gran altar de bronce; y al pie del altar se derramaban continuamente vasijas conteniendo sangre. Cuando traspasabas el primer velo y entrabas al lugar santo, si podías ver algún sacerdote lo hubieras visto todo salpicado de sangre, sus vestiduras blancas como la nieve mostraban muy vívidamente las manchas carmesí ante los ojos.
Si veías a tu alrededor, mirabas los cuernos del altar de oro del incienso manchados con sangre, y el hermoso velo que cubría al santuario interior estaba orlado con la sangre que rociaban.

El lugar santísimo no era en lo absoluto un lugar para los sentimentales;
Allí solo se mostraban realidades terribles, de una manera tremendamente impresionante; su ritual no tenía la intención de gratificar al gusto, sino impresionar la mente.

No era un lugar para caballeros refinados, sino para pecadores quebrantados.
Por todos lados, el ojo ignorante podía ver cosas desagradables; pero la conciencia abrumada podía leer lecciones de paz y de perdón. ¡Oh, que algunas de estas palabras mías pudieran motivar a quienes toman con ligereza el pecado a ser conmovidos ante esa cosa abominable!

Yo quisiera que se llenaran de horror ante esa cosa detestable que no puede ser quitada con nada excepto por los ríos de sangre de los becerros y de los machos cabríos:
El sacrificio del propio Hijo de Dios, cuya alma fue hecha una ofrenda por el pecado.

La sangre del sacrificio era rociada siete veces hacia el velo del santuario, significando esto: primero, que la expiación hecha por la sangre de Jesús es perfecta en su referencia a Dios. A través de todas las Escrituras.

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