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ARCO DE BRONCE







ARCO DE BRONCE



2 Samuel 22
35 Quien adiestra mis manos para la batalla, De manera que se doble el arco de bronce con mis brazos.
36 Me diste asimismo el escudo de tu salvación, Y tu benignidad me ha engrandecido.

El arco fue el arma más efectiva del ejercito asirio. Se ocupaba para atacar al enemigo a distancia y para asesinar a los guardianes de las murallas en las ciudades.

Una cosa es la incertidumbre del mañana y otra muy diferente es andar desorientado.

Las Escrituras nos hablan repetidas veces —especialmente en el Antiguo Testamento— de hombres que sabían manejar el arco y las flechas. El primer arquero mencionado en la Palabra es Ismael.

“Dios estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto, y fue tirador de arco” (Génesis 21:20).

En tiempos antiguos, el arco era empleado como instrumento de caza y como arma de guerra. Era utilizado tanto por los soldados de infantería como por aquellos que montaban a caballo o en carro.

había que aprender a manejarlo, lo que demandaba mucha fuerza y destreza.

El arco es clave en la fe

La espada —arma muy empleada en el Antiguo Testamento— representa para nosotros la Palabra de Dios, según Efesios 6:17.

La espada es un arma característica de los combates cuerpo a cuerpo. Ya sea para atacar o para defenderse, una espada puede alcanzar su objetivo sólo si el enemigo se halla cerca, al alcance de ella. Con el arco y las flechas, ocurre justamente lo contrario. Se emplean cuando el enemigo está relativamente lejos. La función de los arqueros, pues, es mantener a los enemigos a distancia, a fin de que los combatientes no lleguen, en lo posible, a la lucha cuerpo a cuerpo.

Aplicación espiritual
Para nosotros, los flecheros evocan a los creyentes a los cuales Dios dio la capacidad especial de poder discernir de lejos no solo los peligros sino donde apuntar aunque se encuentre lejos

Por otro lado, no debemos olvidar que hay flecheros de ambos lados. No sólo los hay en el pueblo de Dios, sino también entre los enemigos. Cuando el rey Saúl salió para librar su último combate contra los filisteos, justamente los flecheros del ejército enemigo fueron los que lo alcanzaron y lo hicieron desesperar

1 Samuel 31
3 Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo gran temor de ellos.
4 Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería, porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella.

[1] Igualmente, el rey Acab murió por la flecha de un arquero (1 Reyes 22:34). Efesios 6:16 nos habla de los dardos de fuego del maligno contra los cuales tenemos que oponer el escudo de la fe.

El enemigo procura perjudicarnos por todos los medios imaginables, ya sea de lejos o de cerca.

José, el arquero

Luego, el mismo José es presentado como arquero. Su arco se mantiene poderoso y los brazos de sus manos se fortalecen. Esto nos habla de fuerza y de energía. Para tirar con arco, era necesario tener fuerza, sino no se podía lanzar la flecha al blanco. Pero, ¿cuál es el origen de esa fuerza? “las manos del Fuerte de Jacob”. José no tenía ninguna fuerza en sí mismo; ella venía de Dios.
Génesis 49
23 Le causaron amargura, Le asaetearon, Y le aborrecieron los arqueros;
24 Mas su arco se mantuvo poderoso, Y los brazos de sus manos se fortalecieron Por las manos del Fuerte de Jacob (Por el nombre del Pastor, la Roca de Israel),
25 Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, Por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá Con bendiciones de los cielos de arriba, Con bendiciones del abismo que está abajo, Con bendiciones de los pechos y del vientre.

Para poder defendernos, y para apuntar a las cosas correctas, necesitamos fuerza. Sin embargo, la fuerza necesaria no se encuentra jamás en nosotros mismos; está en nuestro Señor, que se complace siempre en dárnosla, si confiamos en él.

Efesios 6
10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
Manejo del arco.

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