REYES SEÑORES Y SACERDOTES p34
Características individuales de los reyes
Jeremías
El principio del quebrantamiento
Jeremías era un sacerdote que vivía en Anatot, unos tres kilómetros al noreste de Jerusalén. Era descendiente de Abiatar el sacerdote e hijo de Hilcías, el sumo sacerdote que encontró el libro de la ley cuando Josías reinaba.
Jeremías 1
1 Las palabras de Jeremías hijo de Hilcías, de los sacerdotes que estuvieron en Anatot, en tierra de Benjamín.
2 Palabra de Jehová que le vino en los días de Josías hijo de Amón, rey de Judá, en el año decimotercero de su reinado.
3 Le vino también en días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, hasta el fin del año undécimo de Sedequías hijo de Josías, rey de Judá, hasta la cautividad de Jerusalén en el mes quinto.
4 Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo:
5 Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.
6 Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.
7 Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.
8 No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.
9 Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.
10 Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.
11 La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro.
12 Y me dijo Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra.
13 Vino a mí la palabra de Jehová por segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Veo una olla que hierve; y su faz está hacia el norte.
14 Me dijo Jehová: Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra.
15 Porque he aquí que yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice Jehová; y vendrán, y pondrá cada uno su campamento a la entrada de las puertas de Jerusalén, y junto a todos sus muros en derredor, y contra todas las ciudades de Judá.
Jeremías vivió en los últimos cuarenta años de los reinados en Israel, y tuvo que observar la dolorosa decadencia de la nación que la llevó a la esclavitud en Babilonia.
2 Reyes de los capítulos 22 al 25 describe la época trágica con sus mareas de avivamiento y alejamiento.
Pero jeremías tuvo que quedarse a un lado mientras la ciudad se lanzaba por el precipicio de la esclavitud, muerte y destrucción. Puesto que no quisieron escuchar.
Durante los años antes de la destrucción de Jerusalén, los mensajes que el Señor le dio a Jeremías son de confrontación. Él dijo:
Jeremías 2
11 Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, aunque ellos no son dioses? Sin embargo, mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha.
12 Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová.
13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.
Al hablar de las calamidades que sobrevendrían a los habitantes de Jerusalén, fue uno de los cuales tuvo que enfrentar Jeremías.
Jeremías 8
19 He aquí voz del clamor de la hija de mi pueblo, que viene de la tierra lejana: ¿No está Jehová en Sion? ¿No está en ella su Rey? ¿Por qué me hicieron airar con sus imágenes de talla, con vanidades ajenas?
20 Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos.
Comenzando en el año 13 del reinado de Josías. Por cuarenta años profetizó a lo largo de los reinados de los últimos cinco monarcas de Judá y vivió por un tiempo en Egipto, cincuenta años por todo.
Llegó a los ochenta años de vida, y murió en Egipto.
Dios levantó a tres varones —todos ellos profetas mayores Isaías, Jeremías y Ezequiel.
Cada uno recibió un llamamiento notable.
Cada uno se caracterizó por una vida ungida, para ser vehículo de comunicación de Dios a su pueblo.
En cada caso Dios prestó atención específica a la boca:
• Tocó la boca de Isaías con un carbón encendido. Isaías 6:6
• Tocó la de Jeremías con la mano en bendición. Jeremías 1:9
• Le mandó a Ezequiel comer un pergamino con miel por dulzura, Ezequiel 3.1 al 3.
Jeremías 1
9 Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.
10 Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.
Isaías 6
6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas;
7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
Ezequiel 3
1 Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y vé y habla a la casa de Israel.
2 Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo.
3 Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel.
4 Luego me dijo: Hijo de hombre, vé y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras.
5 Porque no eres enviado a pueblo de habla profunda ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel.
6 No a muchos pueblos de habla profunda ni de lengua difícil, cuyas palabras no entiendas; y si a ellos te enviara, ellos te oyeran.
7 Mas la casa de Israel no te querrá oir, porque no me quiere oir a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón.
8 He aquí yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra sus frentes.
9 Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde.
Jeremías fue conocido como varón de dolores, profeta de lágrimas. Él Era de una disposición agudamente sensible y tierno. Pero no le fue permitido casarse.
Amaba al pueblo pero estaba obligado a profetizar desastres; había un antagonismo entre su corazón y su mensaje.
Vivía verdades indeseables. La suya no era tarea para débiles, sino exigía fe, fuerza y fidelidad.
El verdadero quebrantamiento no está en el que se doblega sino en el que obedece a la palabra aunque esta se oponga a su pensamiento.
Jeremías tiene dos etapas una en la que solo profetisa y otra donde se le ordena escribir todo lo que Dios le dice.
La primera etapa del quebrantamiento fue su llamamiento; pero no por el llamado sino por lo que le toco hacer por causa de su llamamiento.
En el capítulo 1: “Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre ti conocí, y antes que nacieses te santifiqué, TE DI POR PROFETA a las naciones”.
Conocido, santificado y ordenado antes de nacer. He aquí el gran principio de la elección divina.
Jeremías 1
17 Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos.
18 Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra.
19 Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.
Seis verbos describen la obra de su vida. Tres se refieren a construcciones: arruinar, derribar, edificar. Tres se refieren a lo que se siembra: arrancar, destruir, plantar.
Jeremías contempla el futuro y se da cuenta que ha recibido una asignación muy difícil. Pero cuenta con la promesa que Dios va estar con él y le hará columna de hierro y muro de bronce.
Jeremías 1
18 Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra.
19 Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.
Todos aquellos que Dios ha escogido para su servicio saben qué es derramar lágrimas.
El quebrantamiento de un rey no es el mismo que el de un esclavo.
Las Lamentaciones de Jeremías son el derramamiento de un corazón tocado por el Espíritu en simpatía por la melancolía y padecimiento de su pueblo.
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