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ATTE: ICLV






QUIEN ES ESTE

QUIEN ES ESTE






Marcos 4
35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado.
36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas.
37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.
38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?
39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.
40 Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
41 Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?


La barca es el mismo corazón del hombre, y que a pesar de que el señor este en nuestro corazón no le conozcamos.

Pues a pesar del hecho de que el señor Jesús se sube a la barca, aun así se levantaran tormentas.

Mientras que no haya un encuentro real con Dios. Seremos igual que los discípulos.
Ellos pensaban que aunque estando el mismo señor Jesús en su barca se iban a morir en ese momento tan crítico.

Con lo único que pueden vencer es con la fe

Solo cuando le conozcas aprenderás a depender de él.



EL ATEO
Cuéntase que recorriendo los caminos del país de Gales iba un ateo, el señor
Hone; iba a pie y al caer la tarde sintióse cansado y sediento. Se detuvo a la puerta de una choza donde una niña estaba sentada leyendo un libro. Le pidió el viajero agua; la niña le contestó que si gustaba pasar su madre le daría también un vaso de leche. Entró el señor Hone en aquel humilde hogar donde descansó un rato y satisfizo su sed. Al salir vio que la niña había reasumido la lectura, y le preguntó:

— ¿Estás preparando tu tarea pequeña?
— No señor — contestó la niña—, estoy leyendo la Biblia.—
— Bueno ¿te impusieron de tarea que leyeras unos capítulos?
— Señor, para mí no es tarea leer la Biblia, es un placer.
Esta breve plática tuvo tal efecto en el ánimo del señor Hone, que se propuso leer él también la Biblia, convirtiéndose en uno de los más ardientes defensores de las sublimes verdades que ella enseña.


¿Cuál es el propósito de que el Señor entre en tu corazón, o suba a tu barca?
Es que tú puedas ver todo pero a través de él.

Hombres que, como Isaías, Daniel, Jeremías, que vieron no solo su presente sino el futuro, que tuvieron grandes visones. O como Saulo de Tarso, que en el camino de Damasco, tuvo un encuentro real con el señor Jesucristo; y de aquella visión vino un poder de espíritu que se ha manifestado de una manera impresionante hasta el día de hoy.

Tener un encuentro verdadero con él es entender lo que significa pertenecer al reino de Dios.

EL REINO
Cuéntase que el rey de Prusia, al visitar una escuela rural, cuando los niños habían dicho que toda cosa pertenece a uno de los tres reinos: mineral, vegetal o animal, les preguntó:
—Y yo, ¿a cuál reino pertenezco?
Los niños no hallaban cómo contestar a esta pregunta; pero una graciosa niña resolvió la dificultad contestando:
—Vos pertenecéis al reino de Dios.
El rey quedó muy contento con la viveza de la niña y profundamente emocionado por la verdad que ella había expresado.

Cuando tú de verdad has tenido un encuentro con el sabrás que él PUEDE detener cualquier tormenta que se acerca a tu corazón.
Pero no solo eso sino que podrás ver lo que nadie a tu alrededor ve

Como veían los demás a Isaías, a Daniel, a Pablo. Como locos como aves de mal agüero.

Pero lo que si es cierto es que una persona que no puede ver al hijo de Dios en la dimensión de Dios y no de hombre, mucho menos podrá ver lo que Dios tiene para su vida mañana.

Por eso viven preocupados, porque solo pueden ver que la tormenta ya se acerca.

Uno los escucha diciendo ya se me acerca la cuota, el otro mes tengo que pagar, etc.
Y su oración es “SÁLVANOS QUE PERECEMOS”.

DIOS NO TE PROMETE QUE NINGUNA TORMENTA, TEMPESTAD, O VIENTOS SE LEVANTARAN.

Juan 16
33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.






Una mujer china que acababa de aprender a leer, oró, diciendo: “Señor, vamos a trabajar entre muchas personas que no saben leer. Señor, haz que nuestras vidas sean Biblias abiertas, para que aquellos que no pueden leer el Libro, puedan leerlo en nosotros.”

Ofrenda

JUAN Y COMPAÑÍA
—¿Puedo depositar dinero en este banco?
Un joven de quince años, pobremente vestido se paró frente a la ventanilla del cajero del banco en el pequeño pueblo de Barwick, del estado de Georgia, EE.UU.

Todo su aspecto de miseria y pobreza indicaba que sería hijo de un mediero de alguna de las pequeñas granjas de la región, gente que por diversas razones generalmente se encuentra en mala situación económica.

Tres hojas de cartón, metidas dentro de sus zapatos completamente gastados, reemplazaban la suela que ya casi había desaparecido.

—¿Cuánto quieres depositar, Juan? — preguntó el cajero.
—Cuatro dólares — contestó el muchacho.

— ¿A qué nombre quieres que se abra la cuenta? — La voz del hombre fue
amable, pues conocía al joven como un buen cristiano.

— El joven contesto---Juan W. Yates y Compañía — respondió el muchacho con la mayor seriedad.

El cajero miró a través de la rejilla con cierto aire de perplejidad. — ¿Quién es la compañía? —preguntó.

Dios — contestó el joven solemnemente—. Hoy he recibido el sueldo del primer mes de trabajo, y estoy empezando una cuenta del diezmo.
Este es dinero de Dios.
La historia de la vida de Juan W. Yates suena algo como una novela pero es muy real. Pues al poco tiempo Fue contador, cajero, gerente, y después jefe de la sección de abastecimiento del ejército, donde se pagaban cheques que llevaban su firma hasta por la suma de diez millones de dólares.

Su madre, Eliana de Yates, había conocido del señor de una manera real, y a pesar de su profunda pobreza y de la lucha por vivir, había empezado a dedicar aparte el diezmo de todos sus ingresos al Señor.

Cuenta la historia que Juan W. Yates guardó siempre el libro de contabilidad del diezmo de su madre, en un cajón de su lujoso escritorio, al lado de su Nuevo Testamento.

Dice al respecto: “Puede ser que este libro no merezca la aprobación de un contador profesional; pero estoy seguro que nuestro Padre celestial considera esta contabilidad como perfecta.” Él dice que se lo debe todo al hecho de que su madre le infundio los principios del significado del diezmo; esa norma marcó el rumbo para su propia vida, y para la de él.

EL PODER DE UN CENTAVO
Se dice que una señora se encontraba preparando un paquete que iba a enviar para la India.
En ese momento se presentó un pequeño niño, el cual tenía solo un centavo que quería obsequiar al pueblo de ese país.

Con el centavo compró un folleto que hablaba del amor de Dios, y lo puso en el interior del paquete.
Este folleto llegó a las manos de uno de los jefes de Birmania, que por medio de su lectura se convirtió al evangelio.

Más tarde ese jefe, después de haber experimentado lo que el señor Jesús hace en el corazón del hombre, contó esto a sus amigos; con el resultado de que varios de ellos se convirtieron también.

Más tarde se organizó una iglesia, la cual pidió que un misionero fuera enviado, y quince mil convertidos fueron el fruto de la pequeña semilla.

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