QUIEN SOY YO PARA CAMBIAR EL MUNDO
Salmos 8
1 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos;
2 De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo.
3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste,
4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?
5 Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra.
6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies:
7 Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo,
8 Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!
LA SEMILLA, EL SOL, LA NUBE
Dijo una semilla:
- «Imítame. Húndete bajo tierra, no esperes aplausos. Trabaja en el silencio y, como yo lo hago, cubre los campos con plantas, flores y frutos».
Dijo el sol:
- «Sonríe, déjate ver, ilumina, da calor, sólo así, como yo lo hago, cubrirás tu vida y los campos con plantas, flores y frutos. Imítame».
Dijo la nube:
- «Deja caer la lluvia, fecunda los campos y haz que la tierra se cubra de plantas, flores y frutos. Imítame».
Dijo un gorrioncillo que lo anterior oía:
- «Húndete como la semilla, sonríe como el sol, suda como la nube... De esas tres entregas unidas, surgen las plantas, las flores y los frutos que embellecen el ambiente y dan pan a los seres vivientes.
"NOSOTROS" es la palabra clave; el "yo" es odioso».
Y agregó el gorrioncillo:
- «Sé cómo Dios. Él está en todas partes: en la semilla que se hunde, en el sol que sonríe, en la nube que llora. Sin embargo, es invisible». Al oír al gorrioncillo, la semilla, el sol y la nube se unieron y empezaron a cantar:
- «Señor, soberano nuestro, tu nombre domina toda la tierra» (Salmo 8, 1). Y dieron gracias a Dios por permitirles entender que cada una de ellos cambiaba el mundo entero.
EL MENDIGO Y EL REY
Iba yo pidiendo de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro
apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Yo me preguntaba, maravillado, quién
sería aquel rey de reyes.
Mis esperanzas volaban hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y
me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de
la vida me llegaba al fin. Y de pronto, Tú me tendiste la mano diciéndome:
- «¿Puedes darme alguna cosa?». ¡Oh, qué ocurrencia la de tu realeza. Pedirle a un
mendigo!
Yo estaba confuso y no sabía qué hacer... Luego saqué despacio de mi saco un granito
de trigo y te lo di. ¡Pero qué sorpresa la mía, cuando al vaciar por la tarde mi saco al
suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón!
¡Qué amargamente lloré no haber tenido compasión para dártelo todo!
Mateo 25
21 Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
1 Corintios 13
1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
EL SALVADOR DEL AMOR
Érase una vez una isla en la que vivían todos los sentimientos. La Felicidad, la Tristeza y todos los demás, incluido el Amor.
Un día los sentimientos se enteraron de que la isla se hundiría, así que todos repararon sus barcas y se fueron. El Amor fue el único que se quedó; quería aguantar hasta el último momento.
Cuando la isla estaba ya a punto de ser tragada por el mar, el Amor decidió pedir ayuda.
- Riqueza, ¿me puedes llevar contigo? - No, -contestó ésta-, llevo mucho oro y plata conmigo y no hay sitio para ti en mi barco.
El Amor decidió preguntarle a la Vanidad, que pasaba por allí en una barca preciosa. -
Vanidad, ¡ayúdame! - Lo siento, Amor. No puedo llevarte porque estás todo mojado y me puedes estropear la barca, -le contestó la Vanidad.
La Tristeza también estaba allí mismo, así que Amor decidió pedirle a ella que lo llevara. - Tristeza, déjame ir contigo. - Vaya... Amor, es que estoy tan triste por lo que nos ocurre que necesito estar sola.
La Alegría también pasó por delante del Amor, pero estaba tan alegre que ni siquiera oyó que la llamaban.
De pronto escuchó una voz: - Amor, ya te llevo yo.
Era una voz anciana. El Amor estaba tan aliviado y contento que incluso se olvidó de preguntarle al anciano cómo se llamaba.
Cuando llegaron a tierra firme, el anciano siguió su camino. El Amor se dio entonces cuenta de lo mucho que le debía al anciano y le preguntó a la Sabiduría, también una anciana, quién lo había ayudado. - El Tiempo, -contestó la Sabiduría. - ¿El Tiempo? ¿Por qué me ayudó el Tiempo?, -se preguntó el Amor extrañado.
La Sabiduría sonrió, sabía como era, y contestó: - Porque el Tiempo es el único capaz de entender lo importante que es el AMOR.
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